Ella
ama el mar, su misterio, su fuerza; le encanta la paz que encuentra al contemplar
esa inmensidad que a lo lejos parece fundirse con el cielo. Se asemejan a sus
pensamientos rodeados de secretos que siempre terminan perdiéndose en algún
deseo que lanza a las estrellas.
Ella
ama la brisa salada que acaricia su piel, en donde guarda el calor de muchos
veranos disfrutando en medio de las olas, sintiéndose libre y sin
complicaciones. Ama pasear por la orilla perdida en sueños que no puede frenar,
perdida en historias que son su equipaje: tristezas que poco a poco deja salir
de su vida. Alegrías que intenta detener, y esperanzas que sostienen su
sonrisa.
Ella
disfruta caminar descalza por la arena, sintiendo bajo la planta de sus pies
una ligera cosquilla que la relaja. Le encanta la tibieza que luego encuentra cuando cae la tarde y sus
huellas son una marca deforma en ese suelo blando, que se va endureciendo al
llegar la noche.
Ella
ama los atardeceres en la playa,
observar la acuarela perfecta que se pinta en el cielo mientras el sol despliega
sus últimos rayos de luz, en medio de tonos naranjas que acompañan una bola de
fuego que en el infinito parece
ocultarse dentro del agua.
Ella
ama las gaviotas y observarlas dentro de su grupo alzando vuelo o ayudándose
entre ellas. Siempre se repite que quisiera ser una gaviota y vivir por siempre
en la costa en medio de un paisaje simple y hermoso, donde el silencio y la
brisa componen siempre una canción diferente.
Pero
ella sabe que algún día terminará en medio del mar, y será solo un recuerdo, y
para alguno, quizá… un amor difícil de olvidar.
Pilar
“Soñar es solo el principio”
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