martes, 23 de abril de 2013

La ley del menor esfuerzo


Hace un tiempo leí en Facebook una frase que me llamó la atención. “¿Por qué antes los matrimonios duraban toda una vida?, porque cuando una silla se rompía, trataban siempre de componerla. Ahora si una silla se rompe simplemente la echan a la basura”
Yo lo llamo “La ley del menor esfuerzo” que lo vamos aplicando en todos los actos de nuestras vidas.
¿Ya ha visto cómo funciona este moderno trotador Yumpi?, empieza una propaganda de cable para mostrarnos un aparato que ahora dicen que te da los mismos beneficios que salir a correr. Solo tienen que subir y el aparato saltará por ti y perderás muchas libras en una semana. Pero también perderás la posibilidad de relajarte sintiendo el airecito en tu rostro mientras corres entre la gente.
Ahora resulta que esta LEY DEL MENOR ESFUERZO también se les inculca a los jóvenes. Hija, ¿qué quieres que te regale para tus quince?, Una Lipo, mamá. Y el mensaje que vamos dejando al subconsciente es “SI QUIERES ALGO, NO TE FATIGUES, NO TE ESTRESES. PAGA Y SOLUCIONAS O TE DESHACES DEL PROBLEMA.
Cuando tenemos un sueño no hay nada que se interponga para luchar por lo que queremos. Nos avientan la puerta en la cara, pero seguimos tercos hacia adelante. Nos dicen que no sirves para el puesto que deseas, pero no te rindes, estudias y te esfuerzas para demostrar que ahora sí estás preparado para ocupar el lugar que tanto anhelas.
Pero en el transcurso de nuestra vida vamos olvidando que nuestro matrimonio en algún momento fue el sueño más querido y deseado; y  sin darnos cuenta lo hacemos a un lado sin pensar que debemos de luchar igual y con más ahínco, que por obtener ese ascenso que nos quita tantas horas de sueño.
Pero lamentablemente en la actualidad hay muchas ofertas en el mercado que te endulzan con momentos “mágicos”,  y se  cree que las luces de neón se verán igual de bonitas en el día. Entonces te enfrentas a una realidad que no es lo que esperabas por perseguir un sueño que lo tuviste y lo dejaste morir.
¿Y qué tienes al final del camino? Un aparato que compraste y que nunca usaste. Una hija a quien no se le enseñó que es mejor esforzarse saliendo a trotar o manteniendo un nuevo régimen alimenticio para bajar de peso. Palabras de reproche contra ti misma porque no supiste luchar cuando debiste y perdiste por orgullo lo que sí valía la pena: el amor que un día llegó a tu vida y que te hizo sentir la persona más feliz de este planeta.
 Siempre vale la pena componer una silla. Te da la felicidad de que lo pudiste arreglar, eso sin contar todo lo que te hace ahorrar el salir a buscar otra que la reemplace.
Pilar  

viernes, 5 de abril de 2013

Para amar hay que aprender a amar


Quién no ha sufrido una desilusión y ha sentido que ya nada vale la pena. Nos levantamos por las mañanas y nos miramos al espejo y  cuanto más demacrados estamos, seguro que nos sentimos mejor. Sin querer deseamos que todos noten lo mal que nos encontramos, y no dejamos de comentar que “YA NO SOMOS NADA” porque al que amamos nos dejó con nuestros sentimientos a cuestas.
Basamos nuestra felicidad en lo que los demás nos ofrecen, y nos dejamos deslumbrar por el brillo de la ilusión. Nos entregamos a la frescura de un amor olvidando que para amar hay que aprender a hacerlo desde casa, por nuestro interior; y por todo lo que somos cuando nadie nos ve y cuando el juez de nuestra conciencia nos recrimina por aquello que hicimos o dejamos de hacer.
Si aprendemos a amarnos podremos sufrir por un desamor, pero jamás diremos que nuestra vida se fue con la persona que nos dejó. Es posible que lloremos hasta que nos quedemos sin lágrimas, pero luego nos lavaremos la cara y seguiremos adelante. No pensaremos que el amor no existe, simplemente diremos “YA CONOCERÉ A ALGUIEN QUE ME SEPA AMAR”, y viviremos nuestro dolor hasta que un día formará parte de un recuerdo.
Es importante que tengamos presente que la felicidad depende de nosotros y nuestras decisiones, pero, sobre todo, depende de cuánto nos amemos. Debemos poner un “ALTO” a las faltas de respeto, y demostrar con nuestras actitudes que nadie pasará el límite que hemos puesto frente a los demás, ni siquiera la persona que amamos.
Es lindo entregar el corazón sin reservas, sentir por un instante que eres parte de alguien y que juntos forman un complemento,  pero nunca debemos olvidar lo importante y especial que somos frente a los demás. Pueden hacernos daño, confundirnos, despreciarnos, pero si somos conscientes de que somos especiales y únicos en la vida, ningún desprecio ni palabra afectará nuestra autoestima.
Pilar