martes, 27 de marzo de 2012

Estás en mis recuerdos


Siempre estás en mis pensamientos, tu voz sigue vibrando en mi mente, a pesar de tu ausencia. A veces hablo de ti y otras solo te recuerdo, fumando uno tras otro cigarrillo mientras tu mente viajaba por cualquier parte.
Tantas veces me pregunté dónde estabas, por qué tenías ese aire nostálgico que me perturbaba. Por qué parecías ausente mientras exhalabas el humo que luego se impregnaba en tu ropa hasta formar parte de tu olor. Será que anhelabas estar en otro lugar, quizá en el río donde siempre te sentiste en libertad, disfrutando del silencio con tu cigarrillo entre los labios, sujetando tu caña de pescar.
Recuerdo la primera vez que te acompañé en una lancha. Tenía apenas siete años, el sol quemaba mi piel mientras trataba de protegerme con una boina que tú me alcanzaste. Me diste una caña de pescar y me enseñaste a poner un pedazo de pan dentro del anzuelo. Entonces la aventé al río y esperé. De reojo te observaba y me preguntaba por qué no te aburrías, hasta que de mucho acompañarte aprendí a disfrutar del silencio.
Fuiste tú quien me enseñó a apreciar las pequeñas cosas, y te confieso que me hubiese gustado pasar más momentos a tu lado. Aprender a amarte día con día y no a través de pocas palabras que pronunciabas cuando regresabas a casa.
Amabas la vida y a las mujeres. Nunca te juzgué, quizá porque desde muy niña comprendí que no eras hombre que entregaba el corazón a una sola. Mi madre nunca dejó de sufrir, y yo nunca dejé de quererte.
Los años asentaron tu espíritu aventurero y de pronto me confesaste que tu deseo era morir en algún caserío alejado de la civilización. Lamentablemente no cumpliste tu sueño, te fuiste una tarde de marzo cansado de andar entre las sombras. Tu alma se liberó en una cama de hospital para volar en libertad como siempre quisiste. Tal vez algún día nos encontremos, y surcaremos en medio de un atardecer por el río que siempre amaste. Acompañados por la luna o por un aguacero, viajaremos en silencio escuchando la música de tu selva.
Pilar      

  

jueves, 22 de marzo de 2012

Cuestión de piel



Hoy es un día muy importante para mí porque sale a la venta “Cuestión de piel”, el primer libro de una colección de cuentos de amor, donde el romance y la pasión encuentran un solo camino.
Puedo decir que empiezo a disfrutar de la realización de este sueño que un día acarició mi almohada para instalarse luego dentro de mi corazón, y que hoy pongo en sus manos para que se emocionen con esta historia que me atrapó desde el instante en que Cassandra y Aníbal se conocieron. 
“… Cassandra forcejeaba y Aníbal intentaba retenerla; y en medio de la lucha Cassandra se quedó sin la parte superior de su bikini. Agitada, temblorosa, incapaz de reaccionar frente a la inesperada situación donde seguía en desventaja. Estaba sobre la arena resistiendo el peso de Aníbal que de repente había quedado sobre ella, observando sus cumbres que enseguida reaccionaron a su mirada…”
Aníbal y Cassandra fueron dos personajes que escribieron a su antojo esta historia, donde fui una humilde intermediaria entre dos mundos donde el amor siempre será la razón de nuestras vidas.
Para descargar gratis las primeras páginas del libro los invito a visitar este enlace

Hasta pronto
Pilar  

viernes, 16 de marzo de 2012

El mejor regalo


Ya se acerca mi cumpleaños y siempre hago una lista de las cosas que me gustaría que me regalen. Sigo pidiendo ese perfume que tanto me gusta “Jontue” y que hace mucho ha desaparecido de las tiendas,  y sigo escuchando las quejas de mi familia diciendo “Ya buscamos por todas partes, ¿no quieres otro perfume?  
Lo de la lista solo es un engreimiento porque tengo el mejor regalo: este presente en el que puedo disfrutar a plenitud de la vida. Cada mañana despierto agradeciendo por el nuevo reto que significa enfrentar la mañana. Tomo mi café en una taza roja que me regaló Cristina y me siento a escribir. A lo largo del día recibo las llamadas de mis hijos preguntando si estoy bien, Pepe me escribe un correo diciendo que me extraña y continúo en medio de un mundo inventado, donde el amor siempre es el centro de todo.
He tenido muchas dificultades a lo largo de mi vida, muchos sueños que aún no realizo. Conocí la maldad de algunas personas, la generosidad de otras. Disfruto del amor y de momentos que el dinero no puede comprar. “Soy imperfecta”, pero tengo este presente para seguir mejorando como ser humano. Este presente es mi mejor regalo, hoy puedo mirar el mundo como yo quiero, y prefiero hacerlo con esperanza y como el mejor lugar para soñar.
No importa lo que pasó ayer, lo importante es que hoy sigo respirando y sigo sintiendo que no estoy sola. Hoy no ha salido el sol, pero la luz entra por mi ventana. Tengo temores y preocupaciones, pero a pesar de todo he decidido ser feliz. 
Pilar

martes, 13 de marzo de 2012

Descubriendo mi vocación




Me gusta leer lo que caiga en mis manos, desde cuentos infantiles hasta libros de suspenso.
Recuerdo que el primer libro que leí fue El Árabe, de Edith M. Hull. Es la historia de amor entre una muchacha de la sociedad londinense y su secuestrador, el poderoso Admed Ben Hassan. Tenía 13 años cuando descubrí el libro entre las cosas polvorientas de mi abuelito, y desde ese momento me volví una adicta a la lectura. Pero como en mi casa solo había tomos y tomos de enciclopedias, no tuve otra opción que leer los libritos de Marcial La fuente Estefanía, esas historias de amor ambientadas en el  oeste y que tanto le gustaba a mi abuelo.
El primer libro que compré fue la Dama de las Camelias y entonces reparé mi inclinación hacia lo romántico. Vi mi primera telenovela y eso ayudó a que empezara a fantasear con la posibilidad de volverme escritora.
Un día, mientras caminaba hacia la escuela, inventé una historia de amor que creció a lo largo de los días. Me metí tanto en la historia que llegué a sufrir con los personajes hasta el punto de llorar amargamente por lo que les ocurría, era tan masoquista que los pobres iban de desgracia en desgracia, y yo sufriendo con ellos.
Acabé la secundaria y le dije a mis padres que quería ser escritora.  Pensaron que estaba loca y terminé estudiando derecho y ciencias políticas. Siempre me sentí un poco fuera de lugar en la universidad. El derecho es una profesión donde se tiene los pies sobre la tierra y se debe trabajar en base a leyes. Buscar la verdad de acuerdo a los hechos, y yo era lo opuesto, siempre paraba en las nubes y la verdad era la que yo me inventaba y dirigía. No había otra.
Está demás decir que no terminé la carrera, y confieso que respiré aliviada cuando supe que no volvería a estudiar las leyes, ni  me pararía derecha frente a los profesores a dar los exámenes que me aprendía de paporreta.
Felizmente apareció un Instituto donde pude estudiar Guión de cine y televisión y eso fue el inicio de esta carrera que me apasiona. Luego estudié en un taller de literatura y empecé a soñar con escribir de  verdad.
Todas las mañanas me siento frente a mi laptop con una taza de café y miro la pantalla. Siempre tengo la sensación de no saber qué irá a pasar. Es un reto llenar las páginas con palabras que a veces fluyen sin parar y  a veces se estancan. Entonces me preparo otro café, como algo y luego regreso a terminar lo que dejé inconcluso. Casi siempre me funciona, aunque luego me arrepiento por el bocadillo o los bocadillos que comí con tanto gusto.
Soy de las que cree que no hay nada más importante que los sueños. Son el motor de nuestras vidas y la razón para seguir adelante a pesar de la adversidad. No hay cansancio ni fastidio cuando caminamos rumbo a lo que queremos; a ese objetivo que nos hace mirar siempre hacia arriba. Dichoso quien crea en algo y lucha por conseguirlo, a pesar del miedo que a veces nos hace flaquear. Pero cuando se tiene la convicción y el deseo no hay nada que pueda detener a los soñadores.
Hasta otro día
Pilar
 

lunes, 5 de marzo de 2012

Con olor a café

Voy por mi segunda taza de café y sigo observando el ir y venir de la gente que entra y sale de la cafetería. De rato en rato tomo un sorbo de este líquido amargo que por fin tiene la temperatura que me gusta, y continuo escribiendo en medio de un murmullo que se vuelve monótono en contraste con las  expresiones que acompaña el  cuchicheo.
A un lado de mi mesa un gordito devora un sándwich de asado con tanta habilidad que armoniza cada uno de sus movimientos. Come, lee, escribe en una agenda, toma su jugo de fresa y todo sin botar ni  una miga.
Más allá, un grupo de contemporáneas, celebran el cumpleaños de una de ellas entre tostadas y manzanilla. Sonríen y no paran de hablar. Suena el celular de la que parece ser  la agasajada y lo guarda dentro de su bolso. Sabia decisión. Luego  se enfrascan en una charla que de vez en cuando se altera por algunas carcajadas. 
Los meseros corren de un lado a otro y el aroma del café recién pasado se hace más fuerte.  Acaban de entrar dos señores entre 65 y 70 años.  Uno de ellos trae puesto un sombrero que ha dejado sobre una silla, mientras que el otro acomoda su bastón entre las piernas. Se les ve tan cómodos que me atrevería a afirmar que llevan una amistad de muchos años, y que este encuentro es uno de esos momentos en donde ambos vuelven al pasado como una forma de seguir viviendo. Eso me ocurre cada vez que me reúno con mis amigas. Hay tantas cosas de qué hablar, pero siempre terminamos   recordando la época del colegio y riéndonos de las mismas cosas, tal vez en nuestro afán de seguir aferrándonos a esa etapa donde lo único que importaba era el presente y las emociones que ansiábamos vivir. No había más futuro que el examen de matemáticas o las tareas que resolvíamos apuradas en la primera hora, casi siempre copiándonos de Adela o de Rosita.
El grupo de contemporáneas se despide entra risas y “luego nos hablamos”, y observo que  cada una va cambiando la expresión de sus rostros a medida que se acercan a la puerta. La que soltaba más risotadas ahora tiene el ceño fruncido. Otra camina renegando de algo con la que está a su lado. Una se detiene cerca de mi mesa para hablar por el celular y alcanzo a escuchar que discute con alguien. “Por qué no te mueres”, vocifera antes de cerrar el aparato. Algunos voltean a mirarla y yo finjo que no la escuché.  La agasajada espera a alguien en la puerta de la cafetería mientras se despide de sus amigas. Ahora está sola mirando con insistencia su reloj, y yo que no dejo de observarla. Nadie al verla diría que hace unos instantes estuvo riendo y festejando su cumpleaños. Está molesta y sigue mirando su reloj. Yo diría que acaba de aterrizar a la realidad igual que cada una de sus amigas. Por un momento lograron aislarse del mundo y sus problemas para dejar que fluya la alegría; fueron espontáneas y disfrutaron al máximo de unos minutos que les dio felicidad.  
Es imposible no tener preocupaciones y estar al pendiente de situaciones que nos causan estrés y sufrimientos, pero está en nosotros tomar las cosas con calma. Respirar profundo antes de seguir adelante. Las preocupaciones pasarán, los malos momentos terminarán siendo experiencias que casi siempre nos enseñan algo positivo,  pero lo que siempre quedará es nuestra forma de ver la vida.  Está en nosotros alargar los buenos momentos y decidir ser felices. No olviden que cada día es único y que debemos vivir como si fuera el último porque, desgraciadamente,  algún día lo será.
La agasajada se sube a un auto y cierra la puerta con fuerza. El gordito está pagando su cuenta, los señores continúan tomando café, y yo acabo de ordenar un sándwich de pollo con mucha mayonesa. Ah, y un vaso enorme de milkshake de guanábana.
Hasta otro día
Pilar