miércoles, 16 de julio de 2014

Un poco de fantasía


El viernes empieza la Feria Internacional del libro, y será el tercer año que participo con la misma ilusión del primer día.
Esto es lo que amo y me apasiona. Despertar cada mañana entusiasmada porque siempre hay algo que escribir. Personajes que me esperan para hacer de mí lo que quieren. Yo los saqué del anonimato, pero son ellos los que deciden el ritmo de la historia. Y me encanta que esto suceda porque caigo en la incertidumbre de preguntarme qué pasará. Me envuelven en sus problemas y sus romances; en esa vida llena de pasión que al final de la jornada me sorprende.
A veces me cuesta alejarme de esa fantasía que nutre a diario las largas horas frente a la pantalla viajando en el tiempo, visitando otros lugares, y disfrutando de la aventura de ser escritora.
Muchas veces he hablado de la soledad, pero ahora caigo en cuenta que nunca estoy realmente sola. Tengo mi música, la que escucho para distraerme cuando las historias se detienen en mi mente. Mi viejo libro de pensamientos que nunca me canso de leer, y para andar con los modernismos de la época visito el Facebook para reírme un rato con cada ocurrencia de mis amigos.
Toco mi guitarra para no perder la costumbre y calentar de vez en cuando la garganta con canciones de los 80. Espero detrás de la ventana a la chica que siempre pasa por mi casa cantando como si estuviese en la ducha, y para no perder la costumbre fastidio de vez en cuando a mi hija.
Es una locura esto de andar tras bambalinas con nombres inventados que parecen reales de tanto mencionarlos. Y seguiré así mientras siga sintiendo esa emoción que alimenta mi corazón cuando pienso en mis historias, las que me atrapan y me alimentan cada día.
Pilar
“Soñar es solo el principio”

viernes, 4 de julio de 2014

Recordando el pasado


Después de hacer un rápido análisis sobre mi vida he llegado a la conclusión que a lo largo del tiempo me fui convirtiendo en solitaria, pero no siempre fue así.
Cuando era niña andaba rodeada de amigos y hacíamos muchas travesuras para pasar el tiempo. Y de adolescente fui una más de las tantas jovencitas que se movilizaban en patines para estar a la moda. Todos los sábados recorríamos las calles de Iquitos para ir al club y deslizarnos por el salón donde se realizaban las fiestas, y por la noche continuábamos la diversión  en la Plaza de Armas, donde apenas se podía patinar por la cantidad de gente.
Me gustaba ir al cine a ver las películas de Palito Ortega, y a la salida era casi una obligación pasar por la heladería “La Favorita”, a tomar una copa de helado de aguaje. Los domingos nunca fueron tranquilos. A veces en la piscina y otras tantas en el club de Caza y Pesca con Lita o Melita. Ahí aprendí a esquiar entre fuertes caídas que me daba contra el agua.
Luego me regalaron una moto y salíamos a pasear en grupo, haciendo competencias o piruetas que felizmente no tuvieron consecuencias.
Cuando vine a Lima fui a vivir a un pensionado de señoritas con 63 chicas de diferentes provincias, y mi grupo de amigas se agrandó considerablemente. Salíamos de compras, a pasar el rato recorriendo las calles de Miraflores antes de terminar en el cine Pacífico. Las noches de los sábados a diferencia de muchas que iban a las discotecas, nosotras teníamos que ensayar las canciones de la Misa, pero no la pasábamos mal, nos divertíamos con lo que teníamos a la mano, ya sea imitando a las monjas o burlándonos de los muchachos que visitaban a sus enamoradas. 
Ya en la universidad le agarré el gusto a sentarme con las amigas a tomar café mientras fumábamos sin parar, y el chisme era el centro de nuestra charla.
Ahora he dejado el vicio que un día me parecía necesario para escribir. Necesitaba crear un ambiente  casi teatral para inspirarme. Mi taza de café, el cenicero lleno de puchos, y el humo que se había impregnado en las paredes.
En días como hoy extraño ese olor a tabaco y las siete tazas de café que tomaba por la mañana. Un día tomé consciencia de que me hacía mal y el 19 de noviembre del 2007 tomé la decisión de no volver a fumar. Nunca recaí, el proceso fue duro, pero a las finales vencí la ansiedad por el cigarrillo. En cuanto al café he bajado mi dosis y hoy tomo dos tazas al día, pero creo que jamás me negaré al placer de disfrutar de ese líquido amargo que me endulza la vida.
Ya no frecuento a mis amigas como quisiera, ahora voy sola a la cafetería llevando una laptop o una novela que leo de rato en rato cuando no hay nada que observar. Tampoco voy de compras, no me interesa estar a la moda y menos pasar el rato recorriendo tiendas en medio de tanta gente. Pero lo curioso es que disfruto recorriendo los pasillos de las tiendas donde venden artículos de ferretería, lámparas, puertas, etc.
Paso muchas horas al día envuelta en el silencio, a veces huyo de mis pensamientos y a veces los enfrento. A veces salgo bien parada y a veces bajo la cabeza, pero siempre termino aceptando que me falta mucho por hacer. He descubierto mis errores, pero no siempre puedo luchar contra ellos. A veces soy débil y a veces soy fuerte, y a veces soy solo una hoja que se deja llevar por el viento.
Pilar
“Soñar es solo el principio”