viernes, 28 de octubre de 2016

Habitación 405: Primer capítulo y más...


 
Habitación 405

 "Hay besos fríos, desabridos, indiferentes; besos dulces que te acarician el corazón. Tiernos que te acompañan durante el día. Están los que te quitan el aliento por lo apasionados y salvajes, pero los besos de Joaquín…
¡Ay Dios!, esos ponen fuego en mi sangre. 
Me tientan con un simple roce, me seducen mientras cubren mis labios. Su lengua es poesía acariciando mi boca en un baile sensual que despierta mi deseo. 
Cómo no estar loca por él, si sus besos me hacen estallar por dentro"


El placer de los sentidos


 Capítulo 1


N
o puedo creer que la del espejo sea yo. Me levanté al baño como todas las mañanas y por manía me miro cara, pero esta vez me sorprendo al ver a una extraña.
Mis ojos brillan; y mi rostro tiene la apariencia de una ciruela madura con motas coloradas en mis mejillas. Sonrío mientras recuerdo lo que pasó.
¿Dónde estuve todo este tiempo?
Qué importa… si los besos de Joaquín me han regresado a la vida.

—Quiero besarte —me dijo, y con delicadeza cubrió mis labios.
No estaba preparada para la descarga que sentí por todo el cuerpo, ni para su lengua que sondeó mi boca con aparente timidez, provocándome que la abriera a una exploración más persuasiva y seductora que terminó excitándome.   
Me sentí agitada, temblorosa, con ganas  de más… pero por miedo me aparté, a pesar de querer que no parara.
—¿Qué pasa? —preguntó—, ¿no te gusta?
—Sí, pero mira dónde estamos…—susurré, bajando la mirada avergonzada.
Joaquín miró alrededor, y pareció no importarle la gente que  conversaba  en  el bar mientras Mick Jagger interpretaba “Angie”, poniendo un toque dramático al final de esa historia de amor.
Él miraba con indiferencia y mis ojos no dejaban de observarlo. ¡Qué guapo es!, pensé, reparando en sus rasgos que acentúan  sus líneas de expresión, reflejando a un hombre cuajado que ha vivido y experimentado a plenitud. ¿Y cómo no?, si sus besos son una muestra de un pasado intenso que ha volcado sobre mí, sensibilizando mis terminales nerviosas que estaban sensibles al deseo.
Volvió la mirada y me perdí en sus ojos verdes, entonces reparé que  apenas  sabía  de  él, pero  era  cierto  que  me  miraba  como si estuviese encantado conmigo. 
¿Hace cuánto que no siento eso?
No soy una historia nueva, soy una de las millones de mujeres que en algún momento se resignan a vivir de migajas cuando podemos tomar todo de la vida. 
Y recién ahora lo vengo a entender…
Por fin soy libre para fijarme en cualquiera, aunque Joaquín no entra dentro de esa definición. No es un tipo del montón…
¿Tuve suerte al conocerlo por el Tinder?

Hola, Andrea, me dio gusto encontrarte por estos lares.

Fue su mensaje después que Gina le diera  “like” a su foto. Ella está harta de verme sola, piensa que desperdicio mi vida sufriendo por un tipo que nunca valió la pena. En eso tiene razón, Manuel es un fanfarrón que vive de apariencias, pero es un tema que ahora no importa. Para qué pensar en cómo viví si ahora tengo una vida nueva, me acaban de ascender al área de procesos y fue así que empezó esta historia, escribiendo dentro del wasap de mi grupo de amigas.

Chicas, quiero festejar… ¿alguien quiere reunirse y compramos algunas cervezas?

Se apuntaron cuatro, y con tres six- pack y algunas botanas fueron suficientes para amenizar la noche. No importó que nos congeláramos en la azotea del departamento de Gina, si estábamos entretenidas con la conversación. 
Silvia y su eterno amor, Sasha;  un ruso que hace años dejó el país y que  aún no ha podido olvidar. Vane y el señor Montero, como llama a su ex esposo, a quien pronto volverá a ver cuando regrese a Estados Unidos, dice que  ya no siente nada por él, pero aún recuerda lo bien que la pasaban en los distintos lugares de la casa donde vivían. Pero lo que nos hizo la noche  es digno de Ripley: Aly y los servicios que le presta a Javier,  con quien estuvo casada hasta hace poco. Ahora se encarga de hacer los papeleos que él necesita para su próximo matrimonio con una de las mujeres con la que le fue infiel. 
Las peleas quedaron atrás, ellos tienen tan buena relación que no solo almuerzan juntos en el departamento de él, sino que Javier buscó el consejo de Aly para comprar el anillo de compromiso que le dará a la nueva señora Velazco, que por cierto ignora estos entretelones por andar metida en el trabajo. Pero como siempre terminan comentando  lo vacía que es mi vida, volvieron a la carga para animarme a buscar  pareja.
—No estoy desesperada —respondí—, lo último que quiero es enredarme con alguien. 
No estoy lista para empezar una relación, Manuel me hizo  daño con sus mentiras y es imposible que no sienta desconfianza. 
—Dame tu celular  —dijo Gina, agarrando el aparato que estaba sobre la mesa.
—¿Para qué lo quieres?  —pregunté intrigada.
—¿Cuál es tu clave?
—No vayas a llamar de mi celular —dije, poniéndome en alerta. 
Como estaban  en plan de joda no quería que hicieran alguna payasada  a través de mi número.
—No voy a hacer eso… voy a bajarte un programa.
—¿Me vas a instalar Candy Crush?—pregunté sonriendo, recordando que Gina es adicta a ese juego.
—Voy a hacer algo mejor, voy a instalarte el Tinder —respondió divertida.
—¿Y qué es eso?
Me sentí tonta, torpe y fuera de onda cuando Gina  me explicó que es una plataforma para conocer gente y ligar desde tu casa. 
—Estás loca si piensas que voy a salir con un tipo que no conozco —comenté mientras ella creaba mi perfil.
—¿Qué edad quieres que te ponga?  —me preguntó, sin hacer caso a mis palabras.
—Ponle 35 —dijo Silvia, divertida con la situación.
—Nada de ponerme otra edad. ¡Tengo 40! —respondí, ya sin ganas de negarme a que me inscribieran;  había tomado tres cervezas y podía  aceptar cualquier estupidez.  Estaba feliz, y eso era lo importante. 
Siempre esperé que me ascendieran, soñé ser jefa desde que entré al corporativo como asistenta de planeamiento comercial, y me sentía realizada con el nuevo cargo. No solo representaba otro paso en mi carrera, sino  más ingresos y más ahorros  que me ayudarían a comprar el departamento de mis sueños, así que tenía muchas razones para celebrar.
—Qué desabrida, deberías ponerte menos y buscar tipos de 35 —me aconsejó Vane—. ¿Te acuerdas de Fredy?, él tenía 32.
—¿Y te cuerdas que no tenían tema de conversación? —comenté, recordando al tipo musculoso que conoció en el gimnasio. El que luego terminó manejando su auto y cargando las bolsas del súper hasta que ella  se cansó. 
Y es que el sexo no es lo más importante, y mi amiga lo entendió después de un año de pagar los hoteles adónde iban a saciar sus ganas. 
—También me acuerdo lo apasionado que era —dijo Vane mientras apretaba un cojín sobre su pecho, tal vez imaginando que era el cuerpo de ese bueno para nada al que un día conocí—. No saben cómo me hacía sentir…—agregó nostálgica.
—¡Listo!  —exclamó Gina, interrumpiendo el suspiro de Vane que estaba a punto de seguir con los detalles de lo buen amante que siempre fue Fredy. 
—Ahora te enseñaré a usarlo—agregó entusiasmada con el nuevo juguete que ponía en mis manos.
No presté mucha atención a sus indicaciones porque  tenía planeado desinstalar la aplicación cuando me fuera a casa, no me hacía gracia estar en vitrina para que le dieran “like”  a mi fotografía. Tampoco  quería  arriesgarme  a  que  alguno  del corporativo me encontrara en bandeja exponiéndome al mejor postor. Y ahora que era jefa debía cuidar más que nunca mi imagen y mi reputación de mujer seria y responsable. Y no es nada responsable andar ligando con gente que no se conoce.
 —Nadie dice que debas salir con ellos, pero te puedes entretener conversando —dijo Gina mientras destapaba una cerveza—… y no olvides que una de las  reglas es no decir tu apellido —continuó, empecinada en darme las pautas para que no cometiera ninguna tontería.
Soy ingeniera y llevo ejerciendo algunos años, soy  eficiente en mi trabajo, pero en cuanto a relaciones personales  soy un cero a la izquierda.
Nunca tuve tiempo para las juergas, estaba preocupada por ser la mejor de la facultad hasta que conocí a Manuel, entonces  mi mundo se redujo a él y en llevar adelante la carrera que recién empezaba. Si no fuera por mis amigas del colegio no tendría con quien divertirme. Son mi refugio, la amistad,  el compañerismo y a veces las malas juntas.
—No des pistas para que te encuentren, aquí la que tiene el control eres tú —añadió Gina mientras le daba “like” a las fotos de los hombres que aparecían en el Tinder. A mí no me importó, yo estaba entretenida escuchando la última propuesta de Javier.
—El pobre no tiene tiempo —comentó Aly en tono de buena gente que me provocó asfixiarla—, quiere que le busque el catering para que organice la fiesta de su matrimonio. 
—¿Estás bromeando? —exclamé molesta—. ¿No te basta con haber escogido el anillo de la fulana? No creo que seas buena, Aly, ¡eres una tarada! —agregué sacada de onda. 
Yo apoyo las buenas relaciones con el ex, los buenos modales y hasta las charlas de café para hacer catarsis sobre lo que no funcionó, pero mi amiga está mal de la cabeza. 
—Ay, Andrea, qué tiene… lo que Javier me hizo ya lo olvidé. Tenemos dos hijos y…
—Y no me digas que lo haces por ellos.
—En realidad, no, pero si él necesita mi ayuda no me puedo negar.
—Espero que no se entere su mujer—agregué con sarcasmo.
—Ella anda tan ocupada que no pregunta quién deja la comida en los tapers de su refrigeradora —respondió Aly sonriente. 

—Cuéntame  más sobre ti —dijo Joaquín, mientras tomaba un sorbo de vino sin quitarme los ojos de encima.
—Acaban de nombrarme jefa en el área de diseño y mejoras de procesos —respondí orgullosa.
—¿Y te  gusta  lo que haces? —preguntó, mirándome  por encima de la copa.
—Siempre es un reto aprovechar los recursos para generar más dinero.
Joaquín me escuchaba mientras le daba detalles sobre mi trabajo en el corporativo. De rato en rato preguntaba y hacía comentarios  muy  acertados  sobre administración, estrategia empresarial e indicadores de resultados, dejándome sorprendida por sus conocimientos y más fascinada de estar con él. 
—No sabes cómo te brillan los ojos —dijo, acercándose  a mí—, se nota que amas lo que haces.
Estaba emocionada, no creo en los amores a primera vista, solo estaba afectada por su encanto y ese aire seductor que le sale natural, pero cuando puso una mano sobre mi hombro empecé a perder la calma. Mi respiración se alteró y sin querer miré sus labios mientras sentía una tormenta entre mis piernas tensando mis muslos, y sensibilizando el lugar donde se concentra mi deseo. Palpitaba, quemaba; y era consciente de la suave punzada que iba calentando mis entrañas. Era deseo puro colándose bajo mi piel, anticipándose al placer de volver a sentir sus labios  en un beso que quería con desesperación.
¿Qué pasaba conmigo?
De pronto enloquecí ante mi deseo. Solo quería su boca, su lengua fisgoneando y atizando mi pasión. Respiraba agitada, esforzándome por estar tranquila cuando por dentro era un volcán a punto de explotar. 
—Eres encantadora —dijo, mirándome fijamente—, felizmente te encontré.
No respondí, pero estaba feliz de estar con él y sentir que lo conocía de siempre.
Joaquín es un tipo educado que sabe manejar  una conversación, y se mueve con la confianza de quién está  acostumbrado a tratar con una mujer. Tal vez yo era una de las tantas citas que tiene a través del  Tinder, pero  para mí es especial.  Es el primer hombre con el que tengo una cita después de Manuel, aunque en los últimos años solo nos escapábamos al cine de vez en cuando. 
Joaquín es un soplo de aire fresco, un cambio  a  la  rutina de siempre. Es  un  hombre  que  me  provoca  sensaciones desde el primer momento en que lo vi. Desde que subí a su auto y me preguntó si quería tomar  café o una copa de vino. Pensé que iríamos a una cafetería, pero después de verlo me di cuenta que no es  hombre para mirar entre aromas de cafés y sándwiches calientes. A Joaquín hay que observarlo sin prisa en medio de una cálida conversación con sabor a uva, es la compañía perfecta para disfrutar de un buen vino o de una copa de champán mientras te pierdes en su mirada provocadora y sensual.  Y estaba a su lado llenándome con sus ojos que brillaban mientras me observaba. Su mano seguía sobre mi hombro y era consciente de su contacto. Un ligero temblor me sacudió el cuerpo cuando vi que se acercaba a mi rostro, entonces me olvidé de la gente para entregarme a su beso cargado de pasión. Ya no seducía,  la boca de Joaquín arremetía y exigía una respuesta que le entregué sin dudar, mientras su lengua palpaba la mía con deseo. Una punzada de sensaciones bajó desde el centro de mi estómago hasta la parte baja de mi cintura. La sangre me fluía apresurada mientras  por instinto me pegué a él. La cabeza me daba vueltas por el placer que aceleraba mi corazón.
Levanté las manos  y  acaricié su barba, Joaquín me apretó contra  su pecho. Seguimos besándonos, acariciándonos con la  lengua  en un juego que me  humedecía cada vez más. Tomó mi  mano  y  la  llevó  bajo  la  mesa, apretándola  contra su erección mientras yo seguía en la hoguera de su boca, abandonada a los deseos de mi cuerpo que reclamaba más y más.
Me excitaba su dureza; me embriagaba su pasión que palpitaba bajo la tela de su pantalón, que a duras penas contenía su fuerza. Gemía despacio mientras Joaquín me besaba por el cuello, en mis mejillas… para volver a  mi boca que reclamaba la suya con angustia.
Nunca sentí  tanto placer… 
Nunca me besaron así…
… Quería que me hiciera suya a la vista de todos para que vieran cómo me deseaba. Pero seguimos besándonos  mientras ardía la pasión bajo la mesa, sin imaginar  que el incendio apenas comenzaba, y que explotaría en medio de otra canción de los Rolling Stones. 


 Capítulo 2


P
or un segundo entré en razón y quise detener tanta locura, pero Joaquín volvió a tomar mi mano para dejarla sobre su miembro que ahora respiraba aliviado de tanta presión.
¿En qué momento bajó el cierre de su pantalón?
De repente lo tenía en medio de mi palma apretándolo suavemente mientras deslizaba la mano de arriba hacia abajo, de abajo hacia arriba, en un rítmico movimiento que lo puso más firme y más tenso de puro deseo.
—¿Puedo retirar la fuente?
Por instinto moví la mano mientras me apartaba de Joaquín, pero él evitó que la sacara apretándola más fuerte contra su sexo.
Miré al mozo preguntándome si se habría dado cuenta lo que pasaba bajo la mesa, pero él parecía impávido y ajeno a mis ganas que aceleraba mi respiración. 
—Por supuesto —respondió Joaquín con tanto aplomo que me sorprendió. Le sonreía al mozo mientras yo seguía temblorosa y con la mano ocupada.
¿Cómo podía estar tranquilo con semejante situación?
Entonces reparé en su mirada vidriosa y me di cuenta que todo era pose. Joaquín estaba afectado como yo, su pecho  subía y bajaba pero apenas se notaba bajo la tela de su camisa a cuadros.
—¿Desean servirse algo más? —preguntó el mozo con exagerada formalidad. 
—Gracias, ya le avisamos… —agregó Joaquín, pasando el brazo sobre mis hombros.
El mozo se alejó, llevando la fuente con los restos de algunos piqueos que devoramos en cuanto llegamos al bar.  
Qué pasaría ahora que volvíamos a estar solos? 
No tenía que seguir con la mano sobre su miembro, nada impedía que recobrara la cordura después de tanto jaleo. Pero le cogí el  gusto al poder que iba sintiendo mientras volvía a torturarlo con mis caricias suaves y prometedoras, que Joaquín disfrutaba con los ojos cerrados.
—Lo haces bien, Preciosa —susurró—, así… me gusta cómo se siente. 
La adrenalina fluía con rapidez por mi cuerpo incitándome a ser más atrevida, pero cuando Joaquín puso la mano sobre mi rodilla, supe que aquello no terminaría ahí…     

Descárgalo en iTunes...

     
Queda prohibida cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública y transformación de esta obra sin contar con la autorización de los titulares  de propiedad intelectual. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva  de delito contra la propiedad intelectual.




  







No hay comentarios:

Publicar un comentario