miércoles, 13 de febrero de 2019

En el recuento de mi vida


Hoy me miré al espejo y vi a una mujer distinta,
de mirada serena y sonrisa suave.
Una mujer que aprendió a mirar de frente,
aunque el miedo la acompañe,
aunque le abrace la tristeza.
Una mujer que ahora sueña lo que quiere,
y que aprendió que solo hay fracaso cuando te dejas vencer a ti misma.
Me di el tiempo de observarme y de jugar con mi cabello,
y sonreí al recordar cómo me fastidiaba esos rulos desordenados que me daba la apariencia de estar despeinada.
Ahora nada de eso importa, y me doy el lujo de peinarme como quiero,
tal vez porque aprendí a quererme tal cual,
y porque me di cuenta de que hay mucho más en mí que forma parte de mi esencia.
Mis sueños nutren mi alma y le dan fuerza a mis días,
son el motor de mi vida.
¿Qué me haría sin ellos?
Cómo serían mis noches si no me imaginara alcanzar una estrella,
sino dibujara el camino que me llevara hasta ella.
Debo soñar...
Tengo que soñar...
Solo así puedo reinventar cada día y emocionarme ante el reto de cumplir lo que deseo.
No me olvido del amor, 
escribo historias en donde vuelco mis fantasías,
en donde escondo mis anhelos, dejando entre cada línea un poco de mí.
Siempre quise que amaran mi sonrisa,
que vieran lo que hay dentro de mi alma,
que entendieran la locura que significa ser una escritora:
la que inventa,
la que puede enamorarse de un personaje,
la que convive con historias que se entrelazan con mi vida.
Hoy me miré al espejo y vi a una mujer diferente,
con cicatrices en la piel y en el alma.
Muchas veces solitaria...
Muchas veces en su mundo,
pero una mujer que ahora le sonríe a la vida
y que aprendió a ser feliz.
Pilar
“Soñar es solo el principio”