viernes, 16 de noviembre de 2012

Detrás de la ventana


Detrás de la ventana siempre hay algo que se oculta. Secretos inconfesables que muchos se obligan a callar por miedo a los demás, a sus críticas; a esas palabras que tendrán la fuerza de una piedra en plena cara y que no podrán responder porque en el fondo se saben culpables.

Está la mujer que desea a un hombre que no es suyo, con quién pasa momentos apasionados en la habitación de un hotel, pero al que jamás podrá exhibir en público porque es la manzana prohibida que pertenece a otro jardín. Suspira por él, sueña con el día en que este hombre la elija por encima de su mujer, y le dé el lugar que ella quiere en su vida. Piensa que  vive a su lado un amor de telenovela, pero es la historia que ella quiere vivir, llena de fantasía, de adrenalina; de ese furor que te da lo prohibido y que engrandece ese momento por el simple hecho de no estar permitido.

Está el que descubrió que vive prisionero en un cuerpo que no le pertenece. Le gustan los de su mismo sexo, y desea romper las cadenas que lo atan a una verdad que quiere gritar. Algunos lo hacen y sufren el desprecio de quien dicen que los aman por encima de todo, y que por exponer su realidad se enfrentan a una soledad que hace más grande su dolor.

Otros lo gritan a los cuatro vientos y se adelantan a los demás adoptando una pose de “no me importa tu opinión, yo vivo como quiero”, pero en el silencio de la noche resienten los murmullos que a veces escucha al pasar.

Los temerosos ocultan su secreto, a pesar de ser conscientes de que muchos ya lo saben. Es imposible disimular una esencia que se cuela entre los pantalones y la pose de hombre macho, y que vive con pasión junto al hombre que ama a escondidas.

Está la adolescente que quiere ganarle a la vida y se adelanta a vivir momentos que no está  preparada para disfrutar a plenitud. Entonces la sorprende una noticia que la deja sin respiración y le hace llorar sobre su almohada: Va a tener un hijo. ¿Qué hago?, se pregunta, y corre a buscar a la amiga que la consuela  sin saber qué aconsejarle porque es tan inexperta como ella.

La adolescente sufre y olvida la incipiente pasión que disfrutó junto a su enamorado. Va a ser madre, pero quizá nunca saboreó el éxtasis de sentir que flotaba dentro de su cuerpo. Jugó al amor sin saber que se quemaría en una hoguera que ella prendió sin responsabilidad.

Está la mujer maltratada, la que maquilla su rostro para que los demás piensen que es feliz. No quiere que se enteren el infierno que es su vida cuando cierra la cortina de esa ventana que da para la calle.

Empieza a mentir y defiende a su agresor, porque si no lo hace los golpes caerán sobre ella  y una vez más no podrá defenderse.

Se avergüenza por su condición y debilidad. Se culpa por una situación que llega a creer que se lo merece. Algunas tienen la suerte de escapar y de comenzar una nueva vida sin violencias. Otras terminan bajo una bolsa negra y siendo un número más dentro de la estadística del maltrato a la mujer.

Pero detrás de la ventana también hay una esposa que espera. La que se esmeró en oler a limón para esperar al hombre que ama. Tiene muchas cosas qué decirle. Los niños por poco la vuelven loca. Tuvo que ir dos veces al mercado porque no sabe dónde tiene la cabeza que se le olvidan las cosas. Pero al sentir sus pasos subiendo las escaleras, se olvida de todo y abre la puerta. ¡Mi amor!, susurra, y lo abraza por el cuello sintiendo que es el compañero que siempre quiere junto a ella.

También está la madre que espera, y que mira su reloj angustiada porque su hijo no llega. No le contestó el celular. Se molesta por este hecho, pero luego se olvida y vuelve a preocuparse. Su corazón late con rapidez imaginando alguna desgracia. Entonces lo ve llegar y le vuelve el alma al cuerpo. ¡Su hijo regresa a casa!, no hay mayor felicidad que verlo sano. ¡Gracias, Dios mío! murmura, pero como es madre vuelve al ataque y en tono agresivo exclama: ¿Por qué miércoles no me has contestado?, casi me muero de angustia ¿Dónde diablos tenías el celular? , y no me digas ahora que se te acabó la batería... 

Pilar          

   

 

lunes, 5 de noviembre de 2012

Las cosas que realmente importan


¿Qué es lo que realmente  importa en la vida?

Es una pregunta que varía de acuerdo a nuestro pasado, al presente y lo que esperamos conseguir en el futuro. También depende de la profesión que tengamos para priorizar ciertas cosas.

Probablemente un político pensará (porque jamás será tan torpe como para decirlo en voz alta) que lo único que le importa es el poder.  Otros que han padecido hambre tal vez piensen que es fundamental trabajar muy duro para asegurar la comida de su familia. Los que han sufrido alguna enfermedad afirmarán que no hay nada más importante que tener salud. La artista que sueña con alcanzar la fama tal vez viva pensando en ese papel que cambiará la historia de su vida.

Lo cierto es que cada uno tiene prioridades que monopolizan nuestro tiempo y  nos convierte en esclavos de nuestros deseos.

Un  día amanecemos y apenas tenemos tiempo de tomar un café. Almorzamos a la volada tal vez junto a nuestra computadora. Caminamos por la calle con la vista en el celular y sin dejar de mover los pulgares. Usamos audífonos que nos aísla del mundo y nos aturde con la música que continuamente llega a nuestro cerebro.

Unos dirán que es la tecnología la que nos está cambiando, otros que las exigencias de la vida son cada vez más fuertes y que no debemos parar el ritmo. Siempre habrá una excusa o a quién echarle la culpa de nuestros actos, pero jamás nos miraremos y diremos frente al espejo: “Me declaro culpable”

Culpable por permitir que los correos de la oficina invadan mi privacidad después de la hora del trabajo.

Culpable por  competir con el tiempo tratando de abarcar más de una actividad.

Culpable por usar los mensajes cuando es mejor escuchar la voz ya sea de tu amiga o tu enamorado.

Culpable por creer que siempre habrá tiempo para rectificar nuestros errores cuando tal vez estemos viviendo los últimos minutos de nuestra vida.

No estamos en medio de una carrera donde lo único que importa es ganar a costa de lo que sea, vivamos  a plenitud cada día. Disfrutemos de los abrazos, de ese contacto que te hace sentir que no estamos solos. Paremos un momento para disfrutar de una comida en compañía de los amigos dejando a un lado el celular. Prioricemos nuestros objetivos, y pasemos por esta vida intentando ser felices con  pequeñas cosas que jamás encontrarán en los supermercados.

Es cierto que hay que luchar por nuestros sueños, pero también es cierto que hay que darle el justo valor sin olvidar a las personas que nos aman y que esperan de nosotros una respuesta de amor. No es justo que solo escuchen nuestras quejas o sobre lo mal que nos fue durante el día. Hay que hacer una tregua con nosotros mismos  para darnos por completo a quienes realmente nos aman y que siempre estarán a nuestro lado.

A ellos nos debemos, pero sino empezamos a liberarnos de nuestras cadenas jamás nos daremos por completo a alguien.

Pilar