jueves, 12 de enero de 2012

Una mirada al pasado

Nací en Iquitos, una ciudad de la selva amazónica, donde crecí en completa libertad; disfrutando del sol, de las lluvias y de los hermosos arco iris que alimentaron mi imaginación. Creía que era un camino al cielo donde había ángeles con arpas, duendes vestidos de rojo y mucho, pero mucho oro en vasijas enormes. Luego alguien me contó que el arco iris era un pacto que Dios hizo con la humanidad después del diluvio, y quité el oro del  camino y solo me quedé con los ángeles y los duendes.
Crecí jugando en la calle, con amigos de verdad, viéndolos sonreír y escuchando sus gritos de alegría. Jugué matagente, a las escondidas, el reloj y, cuando nos escapábamos, mis amigos y yo corríamos  al malecón para sacar greda del borde del río Amazonas. Bajábamos por un barranco haciendo una cadena humana y llenábamos bolsas con greda que luego la utilizábamos para hacer muñecos, vasijas o cualquier cosa que se nos ocurría. Yo preparaba unas tortas riquísimas que comía de mentira mientras inventaba una conversación con mis amigas, sobre "nuestros esposos" que en cualquier momento aparecerían, trayendo nuestras bolsas de TICO TICO (cereal de colores) que, por supuesto, nosotras lo comprábamos en la bodega del chino de la esquina.
Siempre tuve mucha imaginación, cuando tenía siete años inventé que tenía un perro que se llamaba Boby. Mi tío Carlos siempre me preguntaba por él, y  yo me esmeraba en contarle que estaba bien, le enseñaba su plato de comida y hasta le decía dónde se encontraba. Mi tío lo saludaba y yo contestaba por él, pero a mi papá no le hacía  gracia este jueguito porque creía que estaba loca.
Y creo que siempre tuvo razón, hay que estar un poco loca para imaginarse historias y personajes y luego creerse la vida de cada uno de ellos, hasta que reparo que son inventados y que debo dejarlos en el mundo de las palabras, donde todo puede pasar; y donde esos personajes ficticios de repente cobran vida y terminan llevándome por donde a ellos se les antoja.
Viví momentos mágicos e inolvidables mientras caminaba descalza y me bañaba en la lluvia jugando a la pelota de trapo. Cuando llegaba carnavales nos parábamos en las esquinas con nuestros globos de agua y terminábamos más mojados y embarrados que cualquiera, pero felices por la travesura.
También recuerdo que cuando cambiaban el agua de la pileta de la plaza de Armas, esperábamos un descuido del cuidador para meternos a la pileta y bañarnos en esa agua cristalina que brotaba a borbotones del centro de la fuente. Luego corríamos por la plaza y en el momento menos pensado nuestras ropas se habían secado al sol, y regresábamos a nuestras casas bien sequitos y guardándonos nuestra pequeña aventura.
Conocí la alegría, pero también experimenté muchos momentos tristes que me ayudaron a crecer. Mi tía Sara me regaló mi primera guitarra, la que se convirtió en mi mejor amiga y compañera de muchos momentos de soledad que rodearon la época de mi adolescencia. Aprendí a tocar gracias a un vecino, el Señor César (no recuerdo su apellido, pero gracias por los momentos que me dedicó) y luego empecé a componer canciones. Comencé a soñar con ser cantante, pero no tenía buena voz, y entonces me di cuenta de que siempre inventaba historias mientras iba de camino a la escuela. Recuerdo que una noche estaba viendo mi primera telenovela por la televisión "Mañana será otro día", con la Sra. Andere y Jorge Vargas como protagonistas, tenía 13 años y me di cuenta que lo que realmente quería era escribir historias de amor. 
La vida me llevó por mucho caminos. Me casé con Pepe, tengo cuatro hijos, pero nunca olvidé mi sueño de escribir. Mientras criaba a mis hijos estudié en un taller de literatura, llevé cursos de guión y no dejo de leer. He tocado muchas puertas y las seguiré tocando. Escribí el guión de una serie de televisión, y ahora estoy terminando de escribir otra serie que saldrá el próximo año por América Televisión.
Ya llevo un año en este apasionante mundo de la literatura romántica y estoy muy feliz. Siento que ahora es el momento y es cuando debo poner todas mis energías para cumplir mi gran sueño: el de llegar a ustedes a través de mis historias.
Siempre se puede soñar, y cuando sientas que te fallen las fuerzas recuerda estas palabras de Mario Benedetti que me ayudaron mucho:
"No te rindas, por favor no cedas, aunque el frío queme, aunque el miedo muerda, aunque el sol se esconda y se calle el viento, aún hay fuego en tu alma, aún hay vida en tus sueños. Porque la vida es tuya y tuyo también el deseo, porque cada día es un comienzo nuevo porque esta es la hora y el menor momento"
Hasta siempre.
Pilar Cueto