"Con
Aníbal todo fluía de manera natural, y no podía evitar ser espontánea en cuanto
a sus deseos. Había descubierto que adoraba besarlo, y simplemente se dejaba
llevar explorando su boca con osadía. Introduciendo la lengua y palpando la
suya mientras le quitaba el aire con su beso. Y en un arranque de pasión se
sentó sobre él para moverse suavemente mientras Aníbal la sujetaba por las caderas. Era hermoso observarla desde su
posición y ver sus senos erguidos en respuesta a su deseo.
Se inclinó hacia ella y tomó uno de sus pezones con la boca. Lo lamió con anhelo antes de pasar al otro que parecía reclamar su caricia. Luego los tomó entre sus manos y los acarició suavemente mientras Cassandra se sentía una diosa montada sobre el más bello corcel pura sangre.
Cerraba los ojos dejándose llevar por las
sensaciones que erizaban su piel. Aquello era fuego puro; lava que cubría su
cuerpo mientras ella explotaba en su interior.
Más tarde sus cuerpos resplandecían en medio
de una noche que iba quedándose sin eco. Solo el sonido de las olas acompañaba
los susurros y las tiernas palabras que Aníbal le decía al oído.
—Quisiera tenerte conmigo y tratarte como a
una princesa —murmuró sobre su boca mientras la miraba con expresión
impenetrable.
Cassandra sintió una sacudida en el corazón
ante sus palabras. Claro que le gustaría ser su princesa. Vivir en un bosque
encantado donde no hubiese dragones ni hechiceros. Disfrutar de su mirada.
Pasear de su mano bajo el sol y descansar a la sombra de un árbol. Recostar la
cabeza sobre su pecho y escuchar sus latidos. Vivir una historia sin fin lejos
de la realidad que de vez en cuando le recordaba que no era libre, que seguía
atada a viejas costumbres y a un papel que algún momento firmó con ilusión, y
que hoy le recordaba a una vida gris donde fingió que era feliz.
Pero ahora necesitaba ser esa princesa que Aníbal
acunaba entre sus brazos, quería vivir la magia de un cuento de Disney donde
solo existían los finales felices. Aquello había empezado por un deseo de
explorar nuevas emociones, pero ahora se convertía en su más grande verdad.
No fue casualidad que lo encontrara en ese
momento de su vida, el destino le había tendido una trampa en donde cayó sin
voluntad, apresada por una pasión que fue el enganche de un sentimiento
profundo que la sobrecogió por su rapidez e intensidad.
Era a Aníbal a quien empezaba a amar, a quien
deseaba en su lecho y en su vida. Ya no era un extraño que se apareció
sorprendiéndola en medio de su llanto. Era el hombre que había esperado en su
soledad, cuando sin querer se abrazaba para darse calor. Eran sus brazos los
que quería rodeando su cuerpo. Eran sus ojos en donde quería seguir mirándose;
y era de sus besos que quería alimentarse para creer que el amor era verdadera
felicidad"
Pilar
“Soñar es solo el
principio”
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