lunes, 5 de junio de 2017

Habitación 405

“…Salimos del ascensor con la respiración entrecortada. Las piernas me temblaban, pero ya no sentía miedo, caminaba junto a Joaquín mirando nuestras sombras y presintiendo que habría un incendio dentro de la habitación que nos habían asignado.
—Aquí es… la 405 —dijo él, mientras introducía la llave dentro del cerrojo.
Lo miré y adivinó mi deseo. Acarició mi boca con la punta de su lengua antes de reclamar mis labios en un beso profundo y hambriento que nubló mi razón.
No quería cordura, ya bastante tenía con mi vida sabiendo a cada minuto lo que tenía que hacer. Era el momento de la insensatez y de volar hacia lo desconocido de la mano de un hombre que, a la primera mirada, puso fuego en mi piel.
Entramos a la habitación y mis dedos abrieron los botones de su camisa, mientras Joaquín me levantaba la blusa con un solo movimiento. Me quitó el brasier dejando expuestos mis senos. Respiraba agitada estremeciéndome ante su mirada cargada de pasión. Entonces se inclinó hacia mis pechos y los moldeó con sus manos besando mis pezones endurecidos por el deseo.
Un gemido se escapó de mi garganta mientras disfrutaba abandonada a la tibieza de su lengua que palpaba mis cimas, adorándolas con la boca abierta y excitándome con cada arremetida.
Levanté los brazos y empujé su cabeza hacia mis pechos en un afán desesperado por sentirlo más cerca. Oleadas de placer recorrían mi cuerpo tensando mi intimidad que empezaba a reclamar su presencia. Ansiaba sentirlo en mi profundidad tentándome con sus movimientos, ya imaginaba lo que sería pertenecerle por completo, y la sensación me produjo un intenso calor que apenas podía soportar.
Entre besos, se quitó el pantalón y no sé cómo fui a parar a la cama, solo fui consciente de Joaquín arrodillado sobre el colchón y abriendo con delicadeza mis piernas mientras me quitaba la ropa interior.
¿Qué iba a hacer?
¿No era mucha intimidad para la primera vez?
 Sentí temor por su osadía, pero sus labios me quitaron la conciencia al besar mi centro humedecido que hizo fiesta ante el contacto de su lengua. Cerré los ojos y disfruté de la excitante agonía de tenerlo en mi intimidad, incentivando mi pasión mientras me ahogaba en mi respiración. Moví mi cuerpo hacia su boca, que tocaba mis rincones con total atrevimiento, enviando seductoras sensaciones a mi cuerpo que se preparaba para explotar por dentro.
Gemí con timidez hasta que una descarga me hizo convulsionar. Lo miré y quedé sorprendida por la pasión que cubría sus ojos.

Nunca me habían mirado así, y por primera vez me sentí realmente deseada…” 

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