martes, 19 de abril de 2016

La Otra Cuestión de Piel



—Quisiera tenerte conmigo y tratarte como a una princesa —murmuró sobre su boca mientras la miraba con expresión impenetrable.
Cassandra sintió una sacudida en el corazón ante sus palabras. Claro que le gustaría ser su princesa. Vivir en un bosque encantado donde no hubiese dragones ni hechiceros. Disfrutar de su mirada. Pasear de su mano bajo el sol y descansar a la sombra de un árbol. Recostar la cabeza sobre su pecho y escuchar sus latidos. Vivir una historia sin fin lejos de la realidad que de vez en cuando le recordaba que no era libre, que seguía atada a viejas costumbres y a un papel que algún momento firmó con ilusión, y que hoy le recordaba a una vida gris donde fingió que era feliz.
Pero ahora necesitaba ser esa princesa que Aníbal acunaba entre sus brazos; quería vivir la magia de un cuento de Disney donde solo existían los finales felices. Aquello había empezado por un deseo de explorar nuevas emociones, pero ahora se convertía en su más grande verdad.
No fue casualidad que lo encontrara en ese momento de su vida, el destino le había tendido una trampa en donde cayó sin voluntad, apresada por una pasión que fue el enganche de un sentimiento profundo que la sobrecogió por su rapidez e intensidad.
Era a Aníbal a quien empezaba a amar, a quien deseaba en su lecho y en su vida. Ya no era un extraño que se apareció sorprendiéndola en medio de su llanto. Era el hombre que había esperado en su soledad, cuando sin querer se abrazaba para darse calor. Eran sus brazos los que quería rodeando su cuerpo. Eran sus ojos en donde quería seguir mirándose; y era de sus besos que quería alimentarse para creer que el amor era verdadera felicidad.
Pilar
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