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Hay
amores fuertes que resisten la distancia y se nutren con mensajes, fotos y
palabras que acarician a lo lejos. Pero también hay amores que nunca tuvieron
una oportunidad de vivir una historia y dejar su huella bajo las estrellas.
Amores
destinados al olvido, vapuleados por circunstancias
y vientos en contra. Amores que pudieron brillar y no les quedó más remedio que
resignarse, esconderse y aceptar que nunca tendrán un espacio para florecer y
desplegar sus alas.
Amores
que ofrecieron sus manos para acariciar; que ofrecieron sus labios para dejar
los besos más dulces y apasionados. Dispuestos a entregar su corazón, y se
quedaron con las ganas de tejer caricias entre las sombras de una habitación.
Dicen
que la palabra “nunca” no se debe decir jamás, y que uno siempre debe tener
esperanzas. Tal vez en todas las circunstancias de la vida, menos en el amor.
Pero
somos tercos y nos gusta nadar en contra la corriente. Te cansas, respiras y
vuelves a insistir. No te das por vencido y quieres conquistar el corazón de
esa persona que ha tocado tu alma.
“Algún
día se fijará en mí”, te repites, “Algún día sabrá que existo”, “Algún día me
amará” pero ese día nunca llega. Miras al cielo y le pides un deseo a cada
estrella que ves desde tu ventana, pero nadie responde a tu pedido de amor.
La tristeza te gana, el desaliento encoge tu
corazón; y no tienes más remedio que abrazarte en el silencio repitiendo un
nombre que te duele, y que será en el mejor secreto que guardas bajo tu
almohada.
Hay amores imposibles, amores que nunca podrán
ser, amores que se convierten en la más triste de las melodías, y en el más
dulce sueño que quisiste alcanzar.
Pilar
“Soñar es solo el principio”