“… El
tiempo se detuvo mientras ella esperaba que él diera el primer paso.
Temblaba de pasión…
Temblaba de miedo…
Temblaba por aquel momento que era la
cúspide de sus sueños; de tantas noches deseándolo, de tanta espera viviendo
para ese instante. Para esa locura que significaría estar entre sus brazos
volviendo a la vida, volviendo a ser mujer.
Él la observaba y ella seguía temblando. No
tenía el cuerpo perfecto, pero en ese instante se sintió una diosa.
Él la hizo sentir única con el poder de sus
ojos verdes que ella amaba desde siempre, desde antes de conocerlo. Él la
acariciaba a la distancia incendiando sus ganas de entregarse completamente,
capitulando a su alma y a su cuerpo. A sus labios desesperados que la besaban como siempre imaginó…
Con hambre y desesperación…
Con pasión y locura…
Acuartelando en un rincón el pasado, las
penas, los males de amores, existiendo solo ese momento y la perfección de las
caricias que hablaban en silencio dando vida a sus cuerpos que se frotaban
buscando la piel que calentaba sus ganas, y aquella noche que empezaba a morir
entre la bruma del invierno y de un cielo sin estrellas.
Pero qué importaba la noche si ellos eran
vida…
Si ellos eran fuego…
Si eran dos amantes entregándose el alma en
cada beso, en cada gemido; en cada movimiento que lejos de calmar el deseo atizaba
el fuego; la hoguera donde ambos se incendiaban consumidos por la espera y la
pasión que por años palpitó bajo la piel, y que en medio de esa noche fría
calentaba cada rincón de la habitación.
Que más palabras que los besos escritos con
labios ardientes, hinchados y humedecidos…
Qué más lenguaje que las caricias cinceladas
con los dedos, con la lengua y con cada toque de atrevimiento que eliminó la frontera
entre sus cuerpos, para ser una sola alma y un solo corazón vibrando por ese
instante de gloria.
Ella por fin era suya…
Él por fin la tenía…
(Extracto
de una historia que aún no se ha escrito)
Pilar
“Soñar
es solo el principio”
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