martes, 28 de mayo de 2013

El amor y las mentiras


La mentira siempre está presente en nuestras vidas. A veces somos los protagonistas y otros simples espectadores comiéndonos las uñas mientras esperamos el desenlace de una historia de amor.
Algunos dicen que vale más una mentira que  una verdad que te haga llorar; aunque me atrevería a decir que quién recita esta frase como suya en el fondo sabe que es víctima de la mentira. Vive un calvario repitiéndose así mismo que todo está bien, que la persona que ama es feliz a su lado, que su comportamiento frío y lejano se debe al stress. Le echamos la culpa al trabajo, a la vida que llevamos yendo de un lado a otro. Buscamos pretextos para sostener nuestra propia mentira antes que permitir que la verdad que ocultamos salga a la luz.
¿Quién es más mentiroso? ¿El que calla? ¿O el que sabe que le mienten y continúa como si nada pasara?
Hay quienes piensan que el amor es una gran mentira, pero no les importa meterse entre sus redes a cambio de un poco de ilusión; esa etapa del  enamoramiento que te hace pensar que eres el ser más feliz del planeta.  Si luego surgen las mentiras, qué importa, dicen, si al final la rosa tiene espinas y el cielo no siempre está despejado.
Pero la mentira es como una hiedra que te asfixia y te obliga a tomar decisiones.
Tarde o temprano se pone en contra de quién la dice o la oculta. No se puede vivir bajo un antifaz participando en una fiesta que va acabando con tu tranquilidad. Es agotador para las partes, el vaso se llena y casi siempre termina explotando el que comenzó el engaño. O confiesa que ya no te ama y que tiene otro amor, o busca la excusa  de “necesito un tiempo” para romper contigo y, de pasadita, hacerte sentir culpable.
El que miente busca involucrar a su víctima para limpiar su conciencia, no acepta que es desleal, malintencionado y  perverso, por hacerte vivir situaciones   o momentos donde tarde o temprano te afecta la autoestima. Se repite que lo hace por ti, para no hacerte sufrir, a pesar de darse cuenta  que ya lo descubriste  y  que estás triste por su culpa. Su egoísmo lo encierra en la mentira como una salida para ocultar su debilidad.
Felizmente el corazón no tiene buena memoria y termina entregándose a otra ilusión, te aprendes otro nombre y vuelves a decir una mentira universal, la que se repite a diario en todas partes del mundo: “Eres el amor de mi vida”
Pilar Cueto

 

 

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