Un
día sentí que lo mío era la literatura y me dejé llevar por el fascinante mundo
de las letras, y no hubo cansancio ni flojera cuando se trataba de aprender
sobre este tema.
Aprendí
a tener paciencia y a ser humilde cuando mi profesor corregía mis escritos
después de pasar largas horas creyendo
que alabaría mi trabajo, pero la fuerza de mi sueño pudo más y evitó que
terminara deprimiéndome.
Hoy,
después de muchos años, puedo decir que la pasión por mis sueños me da fuerzas
y energías para seguir adelante. Estoy en Arequipa, una ciudad con gente amable
que me recibió con los brazos abiertos, y solo les puedo agradecer por el
cariño que recibo todos los días. Gracias por todos los abrazos y los buenos
deseos.
Un
beso
Pilar
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