lunes, 8 de octubre de 2012

Desahogo


¿Qué hago?, ya no siento alegría por la vida. Siempre soñé con el amor y cuando pensé que lo había encontrado no dudé en gritarlo a todo el mundo. Me sentía diferente, esperaba sus besos y extrañaba su voz. Por primera vez experimenté la dicha de sentirme querida, y  cuando me abrazaba creía que había nacido para estar entre sus brazos. Y hoy después de tanto tiempo pienso que nunca debí casarme, el matrimonio es la tumba del amor. Él cambió o ¿fui yo?, no lo sé. Lo cierto es que una mañana desperté sintiéndome vacía. Él se había acomodado a una vida donde yo no participaba, y descubrí que ya no esperaba sus besos y tampoco extrañaba su voz.

Leí tu novela, Pilar, me dijo Sandra en una de las noches más frías de mi permanencia en Arequipa. Había poca gente en la feria del libro, y Sandra había regresado con muchas ganas de hablar. Te confieso que me enamoré de Aníbal. ¿Es que estoy loca?, me preguntó,  y yo no supe qué decir, creo ni hacía falta que dijera algo porque ella respondía por mí. Quiero un hombre que me mire como él, que me bese como él y que me haga el amor hasta el cansancio. Que me diga las frases más dulces hasta arrancarme suspiros. ¿Piensas que estoy loca?, volvió a preguntarme, pero Sandra no esperó mi respuesta. Quiero amar y que mi corazón se hinche de emoción. ¿Eso es malo?, me preguntó, y solo atiné a negar con la cabeza. Duermo con un hombre que se ha vuelto un extraño. Me lastima con sus palabras y su mirada. Mi amor se ha convertido en temor y me duele ya no amarlo. Mi alma empieza a secarse, Pilar… y no quiero morir.

Sandra se desahogaba en medio de la música de la película “Historia de amor”, y yo pensé que la escena no podía ser más perfecta. El frío de la noche, la soledad de un pasadizo y la melodía que acompañaba el sufrimiento de la protagonista. Sus ojos brillaban, pero no alcanzó a derramar lágrimas. Su voz temblaba así como sus manos cuando de rato en rato me cogía del brazo.

Voy a confesarte algo, me dijo. Desde hace dos días duermo con Aníbal. Hablo con él y hasta creo que en algún momento lo veré. ¿Crees que estoy loca?, repitió casi con desesperación. Mi esposo siempre lo dice y ya estoy cansada de que me grite lo mismo todos los días. Pero, ¿sabes?, ahora no me importa. Aníbal está conmigo, gracias por traerlo a través de tu novela. Él es el hombre de mis sueños. Sus besos deben ser perfectos, así como sus caricias. Desde la otra noche es mi compañero inseparable. A él le he contado mis penas y me escucha en silencio. ¡Ay, Pilar!, ¿Qué pasa conmigo?, compré la novela inducida por el título. “Cuestión de Piel”, me sonaba a pasión y yo necesitaba nutrirme de esa emoción.

¡Dios, ahí está mi esposo!, dijo de repente, poniendo expresión de asustada. Entonces volteé y vi a un hombre alto acercándose a nosotras con pasos fuertes.  ¿Qué haces aquí?, preguntó Sandra algo molesta, aunque a mi parecer era una pose para disimular su miedo. Le dijiste a tu madre que estarías aquí y desde hace rato te estoy buscando, contestó él. Es que vine a hablar con Pilar, ¿sabías que escribió la novela que estuve leyendo la otra noche? ¿Cómo está?, me dijo educado. Yo respondí al saludo consciente de que a él poco le importaba quién era yo.   Entonces Sandra se despidió y la vi alejarse sintiendo mucha pena.

De repente volví a reparar en la melodía tristona que se escuchaba y pensé que era la ideal para acompañar su partida.

Sandra regresaba a una vida donde no era feliz. A veces necesitamos de fantasías para sobrellevar los días en los que actuamos como carceleros de nuestro destino. Algunas hacen realidad su necesidad buscando a un hombre de carne y hueso que las haga sentir deseadas y amadas. Otras como Sandra  se inventan una quimera donde son  las únicas en la historia. Ahí no hay dolor, ni celos, ni desconfianza; simplemente es la reina a quien el príncipe de sus sueños adora por encima de todo. Y Aníbal es la ilusión que Sandra necesita para desahogar su soledad, el eslabón con ese mundo que le permite escapar de unos días tediosos y oscuros en donde no espera nada porque ya no hay amor en su corazón, solo resignación y desesperanza. Aníbal es el hombre que ella guiará de acuerdo a sus necesidades. Un día hará el amor con él y vivirá atrapada en ese sueño hasta que su realidad cambie o termine acostumbrándose a esa mentira. ¿Creen que está loca?, claro que no. Su corazón busca amor y esa es la forma de encontrarlo. Nadie puede vivir con el corazón vacío, siempre necesitamos de esa llama que nos enciende y nos hace invencibles; ese sentimiento que saca siempre lo mejor de nosotros y nos prepara para la vida. Sin amor no somos nada, tal vez un alma en pena que gime en silencio tratando de ocultar su desdicha.  
Pilar

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