miércoles, 15 de febrero de 2012

Nostalgia

Hoy no quiero estar aquí, entre estas paredes que parecen observar mis movimientos; y en medio de una rutina que me encanta, pero que hoy aprisiona mis pensamientos.
No puedo seguir escribiendo la historia de amor entre el duque de Richmond y Laura Barnes, por un momento me niego a continuar en el año 1878 para volver a este siglo y, para ser más exacta, a esta habitación donde hay una ventana hacia una gran avenida. Desde aquí puedo escuchar el ruido de los autos y hasta el grito del instructor del gimnasio que no se cansa de alentar a sus pupilos a que sigan pedaleando. Siempre me prometo que un día de estos iré a inscribirme para hacer un poco de spinning, pero confieso que me he vuelto bastante floja, y hasta que no venza esta pereza seguiré prometiendo  algo que tal vez nunca llegue a cumplir.
Hoy salió el sol desde muy temprano, y tal vez eso motivó que recordara mis vacaciones en la playa, cuando despertaba creyendo que estaba en medio de un crucero, y solo tenía la mampara abierta. Cuando no hacía otra cosa que correr a la playa para disfrutar del agua y de la increíble sensación de sentirme en el paraíso. Disfruté de increíbles atardeceres que solo motivaron a que agradeciera a Dios por estar ahí, observando tanta belleza mientras el sonido de las olas acompañaba ese momento. Quise describir lo que veía, plasmar en palabras la perfecta armonía de un cielo que oscurecía entre tonalidades que iban desde un naranja hasta un rosa pálido, que fugazmente se entretejía en medio del horizonte, pero no pude  transcribir ese cóctel multicolor por miedo a no abarcar la perfección de ese espectáculo celestial. 
Fui muy feliz porque estuve con mi familia gozando de unas merecidas vacaciones y en lugar que siempre quise visitar.
Hoy no quiero estar aquí, hoy quiero estar en Máncora.
Pilar

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