¡Lo
detesto! ¡No quiero volver a verlo mientras viva!
Son frases
que siguen cuando una relación se termina y deja herido el corazón, ya sea por
las mentiras o la traición.
Y es que
del amor al odio hay una línea divisoria que desaparece cuando sentimos que han
jugado con nuestros sentimientos.
El amor y
el odio son dos caras de una misma moneda que va girando de acuerdo a nuestra
conducta dentro de la relación.
A veces
ponemos en un pedestal a la persona con la que iniciamos un romance, y pensamos
que es el gran amor de nuestra vida, el único que nos puede hacer feliz. Pero
entonces termina la etapa del enamoramiento y empezamos a ver que el hombre de
quien nos enamoramos no es tan alto como creíamos, no es tan guapo como lo
veíamos, pero que esto no importa para seguir amándolo. Sin embargo, hay
actitudes en las que se empieza a reparar y que va mellando nuestros
sentimientos. No es tan honesto como pensábamos, ni tan fiel como para no ceder
a la tentación de quien se ponga enfrente.
Sin darnos
cuenta empezamos a incubar sentimientos de rabia y frustración que va creciendo
a costa de nuestro dolor.
Y es que el
amor tiene como compañero al odio. Si deshonras al primero el otro puede
convertirse en veneno puro que puede hasta matarte. Nos volvemos irreconocibles
viviendo y respirando para el momento de nuestra venganza.
Hay quienes
toman de manera racional la ruptura de una relación en la que pusieron todas
sus ilusiones y simplemente voltean la página y lo miran con indiferencia. Esto
es lo ideal, mirar hacia adelante y pensar en comenzar de nuevo. Solo hay que
tener en cuenta que no debemos idealizar a nuestra pareja. No debemos esperar
que sean perfectos y mucho menos ponerlo tan alto que al menor tambaleo
terminan cayendo.
Debemos
entender que la relación de pareja es como una montaña rusa donde una vez que
te embarcas, surgirán muchas emociones que debemos controlar y que debemos
disfrutar mientras dure el paseo.
Pilar Cueto
“Siempre se
puede soñar”
No hay comentarios:
Publicar un comentario