Constantemente nos dejamos llevar por la
fuerza del corazón; por esos latidos que se aceleran tan solo al imaginar a la
persona que ha entrado en nuestra vida, o cuando estamos cerca de lograr
aquella meta por la que hemos luchado por mucho tiempo.
La emoción nos libera de la monotonía en la
que vivimos, recordándonos que somos más que mente y cuerpo vagando por ahí, y
que nuestros sentimientos son los
brebajes que bullen en nuestro interior, abriéndonos o cerrándonos las puertas
de la felicidad.
Los sentimientos son las armas más
poderosas que tenemos en nuestras manos, y aunque muchos lo crean, no se
contrapone a la razón. El secreto es encontrar un equilibrio que nos permita liberarnos
sin dejar el cause por donde nos lleva la conciencia.
Si lo trasladamos a las relaciones de
parejas, se puede resumir en lo siguiente: Si crees que empiezas a enamorarte
de alguien que jamás coincidirá con tus valores o tu forma de ver la vida, entonces
da un paso atrás antes que sea demasiado tarde. En este punto la fuerza del
corazón no radica en aferrarse a aquello que sabes te hará sufrir, sino en la
capacidad que tengas de dejarlo ir.
En cuanto a tus metas siempre podrás
encontrar un atajo o un colchón sobre el que puedas pararte, pero si centras tu
pasión por aquello que se ha convertido en parte de tus sueños, no caerás jamás
en trampas ni te engañarás con falsos triunfos, porque la fuerza de tus
sentimientos no te lo permitirá. Te obligará a ser honesto y querrás saborear
cada triunfo en el camino hacia el éxito.
Pero hay veces que la fuerza del corazón se
mueve por el rencor y la venganza, y es capaz de llevarte por caminos
insospechados. La razón te grita que obras mal, pero encuentras excusas y miles
de motivos para justificar tu proceder. Haces daño y quieres devolver cada sufrimiento,
y si no logras reflexionar a tiempo, puedes llegar a matar, pero no en nombre
del amor, como todos lo gritan dentro de un penal, sino en nombre de esos sentimientos
que no quisiste frenar.
Somos leña y fuego, arcilla y agua; un poco
de todo y un poco de nada. Tenemos un corazón que siempre nos habla y nos
previene, pero al que a veces no queremos escuchar, porque la adrenalina de lo
prohibido es más fuerte.
Siempre podemos decidir y poner en una balanza
qué es lo más importante, si aquellos sentimientos que dan luz a nuestros días, o los que se vuelven contra
ti a través de sombras y culpas que poco a poco te roban la paz y las ganas de
vivir.
Pilar
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