miércoles, 6 de marzo de 2013

La ficción jamás superará la realidad


Cientos de veces escuché decir “eso es fantasía” “solo pasa en las películas”, pero estoy convencida de que la creatividad del escritor y guionista nunca superará la realidad. Podemos inventar historias, seguir el perfil del personaje, hacer una ficha con un pasado ficticio: penas, traumas, momentos felices; y llenar hojas con esa vida que conscientemente vamos inventando para seguir la línea dramática que queremos dar a conocer. Hacemos recovecos con situaciones para mantenerlos en alerta, y con giros que sorprendan y que haga de la historia una trama que quieran volver a ver.
En estos momentos escribo el guion de una serie para la televisión, y mientras me sumerjo en la vida de un personaje en particular, y del que aún no puedo hablar, no hago más que reafirmar que nada podrá superar la realidad.
Esta historia está basada en un hecho real, donde se dice que hubo amor; y donde cada quién caminó hacia su destino sin saber lo que dejarían atrás. Pero aquí vuelvo a reflexionar sobre la ligereza y el manoseo que hoy en día le dan a la palabra AMOR. Se cree que esas ganas locas de querer experimentar nuevas sensaciones, oler otra piel y perseguir fantasías no es otra cosa que el amor. Entonces dices TE AMO, YO TE QUIERO MÁS… y palabras que llenan momentos que se escriben en el aire, y que no puedes defender en situaciones difíciles, como le pasa a la protagonista de esta historia que tengo entre manos.
Mi abuela decía que el amor y el dinero no se pueden ocultar, y creo que tenía razón. Cuando se ama nuestra mirada refleja la felicidad, y también la tristeza cuando ese amor parte para siempre. ¿Alguien puede sonreír después de esto? ¿Alguien puede guardarse el sufrimiento para que nadie sepa tu dolor? Se pueden decir muchas cosas e inventar mentiras, pero tu mirada siempre te delatará, así como las circunstancias que te rodean.
Cuando era universitaria vivía en una pensión de monjas a donde no podíamos llegar más de las diez de la noche. Recuerdo que un día me fui de paseo y la llanta se pinchó en medio de la carretera. No había celulares y no pude comunicarme para avisar lo que ocurría. De la preocupación pasé a la angustia imaginando que la madre Rosa María no me creería,  ya que era un argumento muy usado entre mis compañeras. Logramos reparar la llanta y llegué a la pensión pasada las once. Pensé por un segundo inventar una mentira, pero empecé diciendo: “Madre, sé que no me creerá, pero se nos pinchó una llanta” La monja me miró y me dijo ¿Por qué no habría de creerte? Porque la mayoría de las chicas dicen eso para tener una excusa y llegar más tarde, respondí. Yo sé que dices la verdad, me dijo. Mírate las manos, seguro trataste de ayudar con la llanta. Tu jeans está sucio en la parte baja, es tierra, agregó, tal vez salieron de la carretera para estacionar el auto. Y la monja siguió enumerando más detalles en los que yo no había reparado. Y si hubiese dicho la mentira todo se habría complicado.
Esto es más o menos el argumento de la historia que estoy desarrollando. Tiene los elementos que todo guionista busca dentro de una trama: amor, pasión, indiferencia, mentira y un giro inesperado que cambia la vida de los protagonistas.
Creo firmemente que el amor te deja en el corazón sentimientos profundos que se cuelan por tus poros, y te hace respirar el aire de tu dicha o infelicidad. Y este personaje que ahora llena mis noches con miles de preguntas que poco a poco empiezo a responder, solo me sirve para seguir aprendiendo sobre la naturaleza humana, sobre el verdadero amor y reafirmar mi creencia de que la ficción jamás superará la realidad, porque esta se nutre de un guion improvisado que va marcando tu destino hacia un final que casi nunca es lo que esperamos, pero que fuimos escribiendo con cada uno de nuestros pasos.
Pilar

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