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Basamos nuestra felicidad
en lo que los demás nos ofrecen, y nos dejamos deslumbrar por el brillo de la
ilusión. Nos entregamos a la frescura de un amor olvidando que para amar hay
que aprender a hacerlo desde casa, por nuestro interior; y por todo lo que somos
cuando nadie nos ve y cuando el juez de nuestra conciencia nos recrimina por
aquello que hicimos o dejamos de hacer.
Si aprendemos a amarnos podremos
sufrir por un desamor, pero jamás diremos que nuestra vida se fue con la
persona que nos dejó. Es posible que lloremos hasta que nos quedemos sin
lágrimas, pero luego nos lavaremos la cara y seguiremos adelante. No pensaremos
que el amor no existe, simplemente diremos “YA CONOCERÉ A ALGUIEN QUE ME SEPA
AMAR”, y viviremos nuestro dolor hasta que un día formará parte de un recuerdo.
Es importante que tengamos
presente que la felicidad depende de nosotros y nuestras decisiones, pero,
sobre todo, depende de cuánto nos amemos. Debemos poner un “ALTO” a las faltas
de respeto, y demostrar con nuestras actitudes que nadie pasará el límite que hemos
puesto frente a los demás, ni siquiera la persona que amamos.
Es lindo entregar el
corazón sin reservas, sentir por un instante que eres parte de alguien y que
juntos forman un complemento, pero nunca
debemos olvidar lo importante y especial que somos frente a los demás. Pueden
hacernos daño, confundirnos, despreciarnos, pero si somos conscientes de que
somos especiales y únicos en la vida, ningún desprecio ni palabra afectará
nuestra autoestima.
Pilar
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