Nos preocupamos por el futuro y los planes
a largo plazo, cuando en realidad deberíamos concentrarnos en los minutos que se nos van de las manos
porque nunca les damos importancia.
Cometemos errores que casi no los
percibimos porque ocurren en un minuto, y equivocados seguimos viviendo sin
darnos cuenta que nuestra infelicidad es producto de ese instante que
dejamos pasar.
Mentimos con mucha facilidad que hasta nos
creemos la historia que inventamos; en un minuto nos convertimos en actores interpretando
un papel que poco a poco nos aleja del camino. Y cuando no reconocemos la ruta
nos preguntamos, ¿dónde estoy?, y casi siempre olvidamos ese minuto donde
viramos en dirección contraria.
Agredimos con miradas cuando nos creemos
superiores y el resto es poco menos que nada.
Basta un minuto para inflar nuestro ego y
arrasar con aquel que se nos plante en frente. Luego olvidamos la mirada porque
sin darnos cuenta se hace parte de nuestra vida y de nuestras actitudes.
Ofendemos con frases para desahogar nuestra
rabia en vez de buscar la solución a los problemas.
En un minuto vociferamos cientos de
adjetivos que después negamos el haberlos dicho, o fingimos que no lo dijimos
porque es mejor olvidar a reconocer que nos excedimos.
En un minuto podemos cortar una relación de
muchos años, decir adiós y voltear la página siguiendo en otra dirección.
Pedimos perdón cuando tenemos la humildad
de reconocer nuestros errores.
En un minuto podemos congraciarnos con las
personas que amamos, y encontrar la felicidad con una frase que nunca pasará de
moda.
En un minuto puedes decir “Te amo” “Te quiero
en mi vida”, y muchas frases que nacen de ese minuto donde solo sentimos y
nos dejamos llevar por el corazón.
En un minuto nos podemos dar el lujo de ser
felices si aprendemos que los minutos cuentan, y que con cada segundo podemos
ser libres y caminar hacia la gloria, o podemos hundirnos en nuestras miserias
si desdeñamos esos minutos que van construyendo nuestras vidas.
Pilar
“Soñar es solo el principio”